Todos tenemos, como mínimo, algunos buenos recuerdos de la infancia. A menudo, estos incluyen un juguete favorito que esperamos con ansias al final de la escuela, durante los fines de semana y durante las vacaciones de verano. Tristemente, crecemos y nuestro interés está más inclinado a pasar tiempo con personas, no con juguetes.

Entonces, ¿qué sucede con estos juguetes que forman la mayor parte de nuestros recuerdos? ¿Pasan a un depósito? ¿Lo guardarás en el garaje? Pero, ¿y si tu juguete fuera un enorme y viejo trampolín roto? Aquí hay algunas ideas: